John 11

La resurrección de Lázaro

1Había uno que estaba enfermo, Lázaro de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. 2María era aquella que ungió con perfumes al Señor y le enjugó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro estaba, pues, enfermo
2. Véase 12, 3 ss.; Lc. 7, 36-50.
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3Las hermanas le enviaron a decir: “Señor, el que Tú amas está enfermo”
3. Admírese la brevedad y perfección de esta súplica, semejante a la de María en 2, 3, que en dos palabras expone la necesidad y expresa la plena confianza. “Es como si dijesen: Basta que Tú lo sepas, porque Tú no puedes amar a uno y dejarlo abandonado” (S. Agustín).
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4Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no es mortal, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea por ella glorificado”. 5Y Jesús amaba a Marta y a su hermana y a Lázaro.

6Después de haber oído que estaba enfermo se quedó aún dos días allí donde se encontraba. 7Solo entonces dijo a sus discípulos: “Volvamos a Judea”. 8Sus discípulos le dijeron: “Rabí, hace poco te buscaban los judíos para lapidarte, ¿y Tú vuelves allá?” 9Jesús repuso: “¿No tiene el día doce horas? Si uno anda de día, no tropieza, porque tiene luz de este mundo
9 ss. Como en 9, 5 (cf. nota), Jesús quiere decir: nada tengo que temer mientras estoy en mi carrera terrenal, fijada por el Padre.
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10Pero si anda de noche, tropieza, porque no tiene luz”. 11Así habló Él; después les dijo: “Lázaro nuestro amigo, se ha dormido; pero voy a ir a despertarlo”. 12Dijéronle los discípulos: “Señor, si duerme, sanará”. 13Mas Jesús había hablado de su muerte, y ellos creyeron que hablaba del sueño. 14Entonces Jesús les dijo claramente: “Lázaro ha muerto. 15Y me alegro de no haber estado allí a causa de vosotros, para que creáis. Pero vayamos a él”. 16Entonces Tomás, el llamado Dídimo, dijo a los otros discípulos: “Vayamos también nosotros a morir con Él”
16. La presunción de Tomás había de resultarle fallida, como la de Pedro en 13, 37 s. Véase su falta de fe en 20, 25, y la objeción con que parece rectificar a Jesús en 14, 5. Por lo demás era gratuita la creencia de que el Señor fuese entonces a morir, dado lo que Él acababa de decir en vv. 9 ss.
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17Al llegar, oyó Jesús que llevaba ya cuatro días en el sepulcro. 18Betania se encuentra cerca de Jerusalén, a unos quince estadios
18. Unos quince estadios: más de dos kilómetros.
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19Muchos judíos habían ido a casa de Marta y María para consolarlas por causa de su hermano. 20Cuando Marta supo que Jesús llegaba, fue a su encuentro, en tanto que María se quedó en casa. 21Marta dijo, pues, a Jesús: “Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. 22Pero sé que lo que pidieres a Dios, te lo concederá”
22 ss. La fe de Marta es pobre, puesto que no esperaba el milagro por virtud del mismo Jesús. Por eso dijo el Señor: “Yo soy la resurrección y la vida”. Crece entonces la fe de Marta de modo que confiesa: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios” (v. 27).
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23Díjole Jesús: “Tu hermano resucitará”. 24Marta repuso: “Sé que resucitará en la resurrección en el último día”
24. Jesús les había sin duda enseñado ese misterio como en 6, 39, 40, 44 y 54.
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25Replicole Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en Mí, aunque muera, revivirá
25 s. Cf. 6, 50. Léase, dice S. Pablo a este respecto (1 Co. 15, 51-55 y 1 Ts. 4, 13-18).
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26Y todo viviente y creyente en Mí, no morirá jamás. ¿Lo crees tú?” 27Ella le respondió: “Sí, Señor. Yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de, Dios, el que viene a este mundo”
27. El que viene : en griego, ho erjómenos, participio presente que traduce literalmente la fórmula hebrea: Ha-ba, con que el Antiguo Testamento anuncia al Mesías Rey venidero. Así lo vemos en Mt. 11, 13 y 21, 9, en Lc. 7, 19 y en Jn. 6, 14, etc., aplicado como aquí en el sentido de el que había de venir. En Mt. 23, 39 (véase la nota), Jesús se aplica la misma palabra griega correspondiente a la misma expresión hebrea del Sal. 117, 26 que Él cita allí, pero esta vez con relación a su segunda venida. Lo mismo hace en Mt. 16, 28; 26, 64; Mc. 13, 26; 14, 62, etc., anunciando la primera vez su Transfiguración, y todas las demás veces su Parusía, y usando siempre esta palabra en el sentido de futuro en que la había usado el Bautista al anunciar la primera en Mt. 3, 11, donde la Vulgata la traduce por: venturos (venidero). Es decir que aunque Jesús ya vino, sigue siendo el que viene, o sea el que ha de venir, pues cuando vino no lo recibieron (1, 11) y entonces Él anunció a los judíos que vendría de nuevo (cf. Hb. 9, 28; Hch. 3, 20 ss.; Fil. 3, 20 s., etc.), por donde en adelante el participio presente tiene el sentido de futuro como lo usa Jesús en los anuncios de su Parusía que hemos mencionado. Cf. 2_Jn. 7; Ap. 1, 8. Así lo hace también San Pablo (cf. Hb. 10, 37 y nota), tomando esa palabra que Habacuc (2, 3 s.) usa en los LXX para anunciar al Libertador de Israel, y aplicándola, como dice Crampon, al Cristo venidero en los tiempos mesiánicos, o sea, como dice la reciente Biblia de Pirot, “cuando venga a juzgar al mundo”.
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28Dicho esto, se fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en secreto
28. En secreto, para que no oyesen los judíos la venida de Jesús. Ellos creyeron que iba al sepulcro (v. 31).
: “El maestro está ahí y te llama”.
29Al oír esto, ella se levantó apresuradamente, y fue a Él. 30Jesús no había llegado todavía a la aldea, sino que aún estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. 31Los judíos que estaban con María en la casa, consolándola, al verla levantarse tan súbitamente y salir, le siguieron, pensando que iba a la tumba para llorar allí. 32Cuando María llegó al lugar donde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies, y le dijo: “Señor, si Tú hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. 33y Jesús, viéndola llorar, y llorar también a los judíos que la acompañaban se estremeció en su espíritu, y se turbó a sí mismo. 34Y dijo: “¿Dónde lo habéis puesto?” Le respondieron: “Señor, ven a ver”. 35Y Jesús lloró
35. Jesús no repara en llorar por amor a un amigo, como no reparó en llorar por amor compasivo a Jerusalén (Lc. 19, 41).
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36Los judíos dijeron: “¡Cuánto lo amaba!” 37Algunos de entre ellos, sin embargo, dijeron: “El que abrió los ojos del ciego, ¿no podía hacer que este no muriese?” 38Jesús de nuevo estremeciéndose en su espíritu, llegó a la tumba: era una cueva; y tenía una piedra puesta encima. 39Y dijo Jesús: “Levantad la piedra”. Marta, hermana del difunto, le observó: “Señor, hiede ya, porque es el cuarto día”. 40Repúsole Jesús: “¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios?” 41Alzaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias por haberme oído. 42Bien sabía que siempre me oyes, mas lo dije por causa del pueblo que me rodea, para que crean que eres Tú quien me has enviado”. 43Cuando hubo hablado así, clamó a gran voz: “¡Lázaro, ven fuera!” 44Y el muerto salió, ligados los brazos y las piernas con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: “Desatadlo, y dejadlo ir”
44. Los judíos solían envolver los cadáveres con fajas de lienzo. Por eso Lázaro no puede andar ni valerse de las manos.
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Profecía de Caifás

45Muchos judíos, que habían venido a casa de María, viendo lo que hizo, creyeron en Él. 46Algunos de entre ellos, sin embargo, se fueron de allí a encontrar a los fariseos, y les dijeron lo que Jesús había hecho. 47Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos reunieron un consejo y dijeron: “¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchos milagros. 48Si le dejamos continuar, todo el mundo va a creer en Él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar (santo) y también nuestro pueblo”. 49Pero uno de ellos, Caifás, que era Sumo Sacerdote en aquel año, les dijo: “Vosotros no entendéis nada, 50y no discurrís que os es preferible que un solo hombre muera por todo el pueblo, antes que todo el pueblo perezca”. 51Esto, no lo dijo por sí mismo, sino que, siendo Sumo Sacerdote en aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación
51 s. Preocupado solo de su intriga contra el Salvador, lejos estaba Caifás de suponer que sus palabras encerraban una auténtica profecía. Sobre su alcance, cf. 10, 16 y nota.
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52y no por la nación solamente, sino también para congregar en uno a todos los hijos de Dios dispersos. 53Desde aquel día tomaron la resolución de hacerlo morir. 54Por esto Jesús no anduvo más, ostensiblemente, entre los judíos, sino que se fue a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y se quedó allí con sus discípulos
54. Efraím, en otro tiempo relacionado con Betel (2 Cro. 13, 19), se identifica hoy con la aldea de Taibé a cinco leguas al N. de Jerusalén, casi en el desierto.
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55Estaba próxima la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subieron a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse. 56Y, en el Templo, buscaban a Jesús, y se preguntaban unos a otros: “¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?” 57Entre tanto, los sumos sacerdotes y los fariseos habían impartido órdenes para que quienquiera supiese dónde estaba, lo manifestase, a fin de apoderarse de Él.
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